La infancia y la adolescencia son etapas de intenso desarrollo emocional, físico y cognitivo. En este proceso, la ansiedad puede surgir como respuesta natural ante cambios, desafíos o situaciones que los menores perciben como amenazantes. Sin embargo, cuando la ansiedad interfiere de manera persistente con su bienestar, relaciones y rendimiento escolar, se vuelve un motivo de preocupación. Este artículo ofrece una guía integral para padres, cuidadores y docentes sobre cómo identificar y acompañar la ansiedad en niños y jóvenes.
¿Qué es la ansiedad en niños y adolescentes?
La ansiedad es una emoción que prepara al cuerpo para reaccionar ante un peligro real o imaginario. En los menores, puede presentarse de forma diferente a los adultos y muchas veces pasa desapercibida o se confunde con «mal comportamiento». Es importante diferenciar entre ansiedad evolutiva (normal en ciertas edades) y ansiedad disfuncional, que limita la vida del niño o adolescente.
Tipos de ansiedad más comunes en menores
- Ansiedad por separación: Miedo excesivo e inapropiado a estar lejos de figuras de apego. Es normal en los primeros años, pero si persiste en niños mayores, puede indicar un trastorno.
- Fobia escolar: Rechazo intenso a asistir al colegio, vinculado al miedo a situaciones académicas o sociales. Puede estar asociado a acoso escolar o presión por el rendimiento.
- Ansiedad social: Miedo desproporcionado a ser evaluado, ridiculizado o rechazado en contextos sociales. Se manifiesta con evitación de interacciones o presentaciones.
- Trastorno de ansiedad generalizada: Preocupación crónica y excesiva por temas como salud, seguridad familiar, tareas escolares o el futuro.
- Trastorno obsesivo-compulsivo (TOC): Presencia de pensamientos obsesivos y conductas repetitivas que el menor siente que debe realizar para evitar consecuencias negativas.
- Trastorno de pánico: Aparición repentina de miedo intenso acompañado de síntomas físicos como taquicardia, dificultad para respirar o mareos.
Causas y factores de riesgo
La ansiedad en menores tiene un origen multifactorial. Algunos factores que aumentan el riesgo son:
- Genéticos y temperamentales: Algunos niños son más sensibles o reactivos por naturaleza.
- Estilos de crianza: La sobreprotección, la exigencia extrema o la falta de contención emocional pueden generar inseguridad.
- Ambientes escolares: Bullying, presión académica o relaciones conflictivas pueden detonar ansiedad.
- Eventos vitales estresantes: Cambios de casa, separación de los padres, enfermedades o duelos.
- Uso excesivo de pantallas: Puede contribuir al aislamiento, alteraciones del sueño y exposición a contenidos que provocan miedo.
Síntomas de ansiedad en niños y adolescentes
La ansiedad se puede expresar de forma distinta en cada etapa. Estar atentos a estos signos puede ayudar a detectarla tempranamente:
Síntomas físicos
- Dolores frecuentes de cabeza o estómago sin causa médica aparente.
- Fatiga, insomnio o pesadillas.
- Tics, inquietud motora, tensión muscular.
- Palpitaciones, sudoración, dificultad para respirar.
Síntomas emocionales y conductuales
- Llanto fácil, irritabilidad o cambios bruscos de humor.
- Evitación de situaciones sociales, escolares o familiares.
- Necesidad excesiva de aprobación o miedo a equivocarse.
- Comportamientos regresivos (mojar la cama, pedir dormir con los padres).
- Aislamiento, pérdida de interés por actividades que antes disfrutaba.
Síntomas cognitivos
- Pensamientos catastróficos («algo malo va a pasar»).
- Dificultad para concentrarse o terminar tareas.
- Baja autoestima o sentimientos de inutilidad.
¿Cómo acompañar a un niño o adolescente con ansiedad?
El acompañamiento empático y consciente es clave para ayudar a los menores a transitar sus emociones. Aquí algunas recomendaciones prácticas:
Desde el hogar
- Escucha activa: Dedica tiempo a conversar sin interrumpir ni juzgar. Valida sus emociones.
- Rutinas estables: Las rutinas brindan seguridad. Establecer horarios de sueño, comida y estudio ayuda a regular la ansiedad.
- Evita la sobreexposición a noticias: Filtrar información perturbadora o violenta.
- Modela estrategias de autorregulación: Mostrar cómo gestionar el estrés de forma saludable.
- Brinda contención sin sobreproteger: Fomenta la autonomía con apoyo afectivo.
Desde la escuela
- Detecta señales: Observa cambios en el comportamiento, rendimiento o relaciones.
- Comunicación con la familia: Crear puentes de diálogo y colaboración.
- Ambientes seguros: Fomentar la inclusión, el respeto y la empatía.
- Actividades de educación socioemocional: Incluir ejercicios de respiración, reflexión emocional y habilidades sociales.
Una historia con emoción: La mochila invisible
Camila tiene 10 años. Todos los días va a la escuela con su mochila azul, pero lo que nadie ve es que también lleva otra: una mochila invisible llena de preocupaciones. No se ve, no pesa en la báscula, pero le encorva los hombros, le aprieta el pecho y le llena el estómago de nudos.
Antes de salir de casa, le duele la barriga. No es un dolor cualquiera. Es como si una cuerda se apretara por dentro cada vez que piensa en la escuela. Su cara cambia, se le frunce el ceño, y le cuesta sonreír. En el camino, repasa todo lo que puede salir mal: ¿y si no entiende la clase? ¿y si la profesora le hace una pregunta? ¿y si se ríen de ella si se equivoca?
En clase, le sudan las manos. Evita el contacto visual. Trata de pasar desapercibida, aunque por dentro todo es ruido. Su corazón late fuerte cuando alguien se le acerca. Le cuesta concentrarse, su mente se adelanta, imagina críticas, errores, miradas. En el recreo, se sienta sola. Le da miedo jugar, equivocarse, ser rechazada.
Por las noches, le cuesta dormir. Su mente sigue trabajando, recordando lo que dijo, lo que no dijo, lo que podría pasar mañana. A veces llora sin saber por qué. Otras veces, se queda en silencio, encerrada en un mundo que nadie más parece notar.
¿La historia de Camila te recuerda a alguien?
Quizás a una hija, a un alumno, a ti misma cuando tenías su edad. La ansiedad infantil muchas veces se esconde detrás de síntomas físicos, del silencio o del «no quiero ir». Verla requiere sensibilidad. Escucharla, paciencia. Y acompañarla, comprensión más que soluciones inmediatas.
Estrategias de apoyo y prevención
- Promover la expresión emocional: Dibujar, escribir o hablar sobre lo que sienten.
- Enseñar habilidades de afrontamiento: Respiración consciente, contar hasta 10, pensar en alternativas.
- Cuidar el sueño y la alimentación: Hábitos saludables fortalecen la resiliencia.
- Fomentar el juego y la creatividad: Jugar reduce el estrés y facilita la conexión emocional.
- Buscar apoyo profesional: Psicólogos infantiles, terapeutas ocupacionales o grupos de apoyo pueden ser fundamentales.
Conclusión
La ansiedad en niños y jóvenes es un llamado de atención que merece escucha, comprensión y acción conjunta. Con una mirada empática desde el hogar y la escuela, es posible crear entornos donde puedan sentirse seguros, expresar lo que sienten y desarrollar herramientas para su bienestar emocional. La prevención y el acompañamiento temprano son clave para que cada niño y adolescente pueda transitar su crecimiento con confianza y equilibrio.